Esta es una de las grandes incógnitas que solemos encontrarnos cuando iniciamos una relación o cuando tenemos problemas con nuestra pareja. Y no es para menos. Sentimos que se pone mucho en juego, desde la propia autoestima (“Es que me estoy arrastrando, parece que no le importo”) hasta el futuro de la relación (“Si no le escribo yo, no hablamos para solucionarlo”). ¿Te consideras de los que escriben ante la más mínima sospecha de problema? ¿Eres de los que no escriben pero te quedas pensando un buen rato en ello hasta que te decides a escribir finalmente? ¿tal vez seas de los que se despreocupan de los conflictos con los demás?
Existen varios condicionantes que pueden movilizarnos a la acción o hacernos preferir esperar. Aquí hablaremos de tres de ellos: 1) el apego hacia el otro, 2) los valores personales y 3) las experiencias previas.

1) El apego hacia el otro: las relaciones ambivalentes (aquellas en las que la persona necesita que el otro esté disponible siempre que lo necesite y, si no, tiende a sentirlo como un rechazo) son las que mayor dependencia afectiva generan. Probablemente estas personas se planteen más a menudo la pregunta de si “¿Le escribo o me espero?”, pues se mueven en la ambivalencia de querer hablarle y esperar que sea el otro el que lo haga, para que le demuestre así su amor.
2) Los valores personales: hay personas que sustentan sus decisiones en unos principios básicos adquiridos desde su infancia y su juventud en los entornos en los que se han movido, siendo éstos los que rigen su forma de relacionarse con otras personas. No se trata de valores inamovibles, pues las experiencias pueden modificarlos o afianzarlos aún más. Ejemplos de valores personales son el respeto a uno mismo, decidiendo romper la relación (y, a veces, el contacto) cuando se superan ciertos límites, o el perdón, decidiendo retomar la relación tras la disculpa de la otra parte.

3) Las experiencias previas: reflexionemos sobre una situación: contactas con un chico por una app, hablas varias horas seguidas con él, vas entrando en confianza contándole sobre tu vida y descubres que te interesa saber más de él. De pronto, deja de escribirte durante unos días, pero sigue conectándose a la aplicación y le hablas para ver qué tal está, percatándote de que no está tan receptivo como al principio (responde más tarde o no lo hace). Comienzas a percibir una sensación de desequilibrio en la conversación. ¿Cómo te sentirías? ¿Seguirías hablándole? ¿Y si esta situación se repite con más contactos de la app? ¿Qué intuyes que puede suceder con tu confianza con el paso del tiempo? Quienes necesiten expresar su malestar, probablemente lo hagan, usando una vía más o menos directa (sarcasmo, ironía, etc.). Algo que puede suceder, es que comiences a relacionarte de forma que siempre esperes la reciprocidad, el equilibrio, es decir, “no le vuelvo a hablar hasta que él no me hable”, “yo le hablé ayer, que me hable él hoy si le interesa”.
¿Qué debemos hacer? Como casi todo en psicología, no hay recetas generales para todos y, por tanto, depende de las circunstancias particulares de cada relación. Lo que sí resulta prudente es el respeto hacia uno mismo, de cara a sentir que estamos a gusto con nuestra manera de proceder. A veces, lo que importa no es tanto si le escribimos o no, sino que la forma y el momento sean los adecuados.