PAREJA,  RELACIONES

Almas gemelas: LA ESPERA DESESPERA

La media naranja, el príncipe azul, el amor de mi vida, mi alma gemela,… y un sinfín de términos para calificar a esa persona con la que soñamos que viviremos felices para toda la vida (o la mayor parte del tiempo, al menos). ¿Existe esta persona? ¿Es un invento de Walt Disney? ¿Solo hay una o pueden haber varias? ¿Dónde se encuentra? ¿De qué depende que la encontremos? ¿Qué significa ser feliz con alguien? Como ves, es un tema complicado.

Las almas gemelas existen. No porque lo diga yo, sino porque hay personas que así lo informan. Sin embargo, el relato cambia según la persona. Así, existen tantos tipos de almas gemelas como personas sienten que han encontrado a la suya. Si tenemos en cuenta que todos somos diferentes, es obvio concluir que las almas gemelas también lo serán entre ellas. Pero ahí no queda la cosa. Las almas gemelas pueden generarnos mucha felicidad, pero también mucho sufrimiento, incluso antes de haberla encontrado. A esto nos referimos con que “la espera desespera”. Esos momentos en los que soñamos despiertos el encuentro con esa “otra mitad”, dotándole de cualidades que nos extasían. ¿Qué sucede en nosotros cuando vemos virtudes en un imaginario que ni siquiera conocemos? ¿Cómo es esto posible y qué función puede estar cumpliendo?

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Estas ensoñaciones suelen comenzar en la infancia. Atribuimos cualidades especiales a otros haciendo uso del mecanismo de la proyección. A veces, proyectamos en los demás características que nos gustaría tener, pudiendo ver en la pareja una forma de conseguirlas (indirectamente). Esto tiende a crear una limitación en nuestro desarrollo, pues podríamos creernos incapaces de desarrollar tales virtudes en nosotros mismos. A su vez, solemos ver al otro como un héroe que nos rescata de nuestros miedos e inseguridades. Esto explicaría por qué sentimos que esa persona nos entiende a la perfección, por qué la necesitamos a nuestro lado, etc. La cuestión sería: ¿cómo podemos estar seguros de que tenemos a nuestra alma gemela delante, tal y como es él, y no la imagen que yo he creado en función de mi necesidad? Si a esto le sumamos el efecto del enamoramiento, donde tendemos a ofrecerle al otro la imagen que creemos que desea, ¡qué complicada se puede volver esta búsqueda! 

Existe otra posibilidad: tomar consciencia de qué cualidades me gustan de la otra persona y cuán desarrolladas están en mí, puede servirme para diferenciar cuando la búsqueda la realizo desde mi libertad (“Te elijo porque quiero”) de cuando lo hago desde mi necesidad (“Te elijo porque te necesito”). En definitiva, es más probable vivir relaciones saludables desde la libertad que desde la dependencia.